Aún recuerdo aquellos viejos días en los que pensaba que el mundo era un lugar enorme y un lugar pacifico , simple sin demasiados problemas.
Recuerdo como cada ves que iba a la escuela me asombraba y me enorgullecía de mi país , aprendía lo grande que era a comparación de otros lugares, su cultura, su gastronomía, su flora y fauna… sí, me sentía feliz de haber nacido aquí.
Ahora conozco los males que aquejan al planeta, a mi país, a mis semejantes: pobreza, hambre, inseguridad, enfermedades, pésimas condiciones de vida, son algunos ejemplos que podemos citar.
Escucho con envidia cuando mis abuelos, incluso mis padres me cuentan como antes no había tanta inseguridad.
Trato de no caer en el pesimismo, pues reconozco que el mundo ha mejorado al pasar el tiempo: la equidad de genero, abolición de la esclavitud, más respeto entre personas, etc. Sin embargo me parece indignante lo que padecemos: la educación no va mejorando, gobiernos corrompidos, inseguridad, que pareciera ya, que está en cada rincón del país.
Hasta que un día decidí reconciliarme con mi patria y reflexionar, llegue a la conclusión que con las quejas y con estar renegando, no se me llega a nada; si se quiere llegar a tener un gran país, ese país que estoy segura no fui la única en soñar, la responsabilidad no esta sólo en el gobierno (aunque claro que el debe de estar consiente de lo que pasa y nuestra opinión), entonces la solución quedaría dejar de ver esas novelas, informarnos, quitarnos la venda y cambiar, no caer en el pesimismo de que no se pueden mejorar las cosas, porque si se puede, si cambiamos, podemos cambiar a las personas que nos rodean y poco a poco expandir este cambio.
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